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mayo 13, 2025
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Durante su primer mandato en 1948, y ante una nueva crisis en el horizonte cercano en la balanza de pagos, el Presidente Juan Domingo Perón preguntó a su Gabinete ¿han visto alguna vez un dólar?.

Podríamos hacernos esta misma pregunta casi 80 años después acerca de las criptomonedas?. Veamos… Al calor del escándalo que involucra al primer Gobierno Libertario del mundo, el diccionario cripto comenzó a ocupar mucho más espacio en los medios de comunicación y las redes sociales de lo que nos tenía acostumbrados.

Si bien en Argentina los usuarios activos y el volumen cripto en la actualidad son bastante reducidos, se observa un sostenido crecimiento del sector.

Hace poco más de quince años irrumpieron en la escena financiera las criptomonedas. Montándose a un discurso político de extrema derecha que se hizo más fuerte a partir de la pandemia de 2020, y de la mano de la nueva etapa del sistema, el denominado “capitalismo digital”, las criptomonedas comenzaron a ganar adhesiones y espacios.

Desde su origen como monedas privadas, sin ningún lugar para la intervención estatal “opresora” ni de los bancos, a la actualidad, corrió mucha agua bajo el puente.

Más allá de esto y de las intenciones libertarias, y conforme a datos de empresas del sector, hasta el momento su uso se reduce a moneda de reserva.

Un dato sustancial es que si bien el impacto de las criptomonedas en la política económica no reviste gran relevancia, algunas encuestas e informes de plataformas del sector señalan que, en 2024, América Latina fue una de las principales regiones del mundo que se inclinó por la adopción generalizada de criptomonedas.

Argentina, Brasil, México y Venezuela fueron los países con mayor protagonismo, lejos del primer lugar ostentado por el África subsahariana. A su vez, las descargas de las aplicaciones para adquirir criptomonedas se multiplicaron durante el 2024.

Durante 2024 Argentina fue el país con mayor cantidad de usuarios activos y donde las descargas de app crecieron un 93% respecto a 2023.

Un reciente informe indica que cuatro de cada diez personas que abren una app cripto en Latinoamérica lo hacen desde Argentina. 

Según el ranking mundial de compañías como Chainanalysis, nuestro país figura entre el top 15 de países en uso cripto, datos ratificados por la Comisión Nacional de Valores (CNV). Para la CNV, en la actualidad hay más de 10 millones de cuentas de criptoactivos en el país.

De ese universo, el 11% de las personas utiliza criptodivisas con más frecuencia que en 2023 para cualquier pago online, con el preocupante dato que este aumento se da principalmente en apuestas y juegos online.

Otro dato revelador es que de una plataforma señala que un 10% de argentinos posee ahorros en criptomonedas. Los activos digitales preferidos por los argentinos son Bitcoin (50%), Stablecoins (22%) y Ether (13%).

El Bitcoin, además de ser la primera criptomoneda, es sin dudas la más importante a nivel mundial. En los últimos meses del año pasado alcanzó sus máximos históricos impulsada por el contexto político internacional, específicamente, el triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos.

El precio de la criptomoneda aumentó un 122% a lo largo de 2024, superando la barrera de los US$100.000.

Por su parte, las Stablecoins que son criptos vinculadas a un activo en particular, es decir, por cada criptomoneda emitida existe su equivalente en dólares, materias primas, etc. fueron, en Argentina, los activos digitales elegidos durante la etapa de alta inflación en detrimento del resto de las altcoin (criptomonedas que no son Bitcoin) y perdieron terreno a partir de 2024, con el descenso de la inflación a nivel nacional. A su vez, estas transacciones entre privados, sin ningún tipo de control estatal, se validan a través de un sistema de registro, nacido de la mano de Bitcoin que se llama blockchain.

Las transacciones se validan así públicamente por toda la comunidad de usuarios. Puede pensarse como una base de datos donde la información está almacenada en bloques; estos bloques se pueden copiar y replicar en computadoras individuales, lo que permite que todas las operaciones sean públicas y verificables sin ningún tipo de control estatal.

Con su analogías tan descriptivas de siempre, el presidente Milei afirmó en una entrevista: “Si vos vas al casino y perdés plata, ¿cuál es el reclamo, si vos sabías que tenía esas características?”.

Creyendo que esta declaración sería beneficiosa a su defensa, lo único que provocó fue que especialistas cripto salgan a despegarse del presidente y pongan blanco sobre negro con los posteos del primer mandatario.

La tríada criptomonedas-desesperación-estafas penetró también a la democracia y a un sistema político que sufren por sus dificultades para imaginar y producir un mundo mejor.

Predicadores al estilo Milei o Trump, por convicción o conveniencia, usan discursos mesiánicos para prometer soluciones mágicas sin resignar siquiera las prácticas que les permiten enriquecerse.

Por caso, los hijos de Trump lanzaron la TrumpCoin antes que Donald sea presidente como una forma de capitalizar el apoyo a ese candidato. Si la criptomoneda de Trump rozaba sobre el fleje de lo delictivo, el caso Milei-$Libra claramente cae del otro lado.

Antes de ser presidente y en una de sus múltiples facetas, Milei cobraba por sus opiniones en el mundo financiero (algo que reconoció en una entrevista). Solo basta con hacer un poco de memoria y recordar su apoyo a una criptomoneda que luego resultó ser una estafa como CoinX.

La diferencia con $Libra es que ahora lo hace siendo presidente de un país, con la legitimidad que le da ser elegido por la mayoría popular, y no como panelista de opinión de un programa de chimentos políticos.

Los especialistas sostienen que es muy fácil crear una criptomoneda en la actualidad, y que lo determinante es poder de generar una demanda que le dé valor, aunque más no sea por un tiempo breve.

Las formas de lograrlo son muchas, desde una demanda artificial coordinada, hasta el uso de influencers que sacrifican su reputación por un poco de dinero rápido, les suena?.

Además, pocos responsables terminan presos mientras se ridiculiza a los crédulos en las redes por haber caído en la trampa.

El tiempo dirá si nos equivocamos o no, lo claro es que del otro lado de la gran pantalla, expectante por ver cómo continúa esta historia, queda una sociedad cada vez más dañada y descreída, aunque muchas veces no sienta como propia las esquirlas de esas heridas.

Por Walter Bogado

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